Allá por noviembre de 2011 -seguro que lo recordáis- nos encontramos con el tomate. Llevábamos tantos años en esto, que imaginábamos –nos la merecíamos- una transición tranquila o al menos no tan traumática como la que vivimos: desaparecían las pizarras tradicionales y aún no sabíamos escribir en las digitales. La sensación de vértigo no nos dejaba soltar la tiza: el salto en Secundaria nos pareció precipitado y, lo que es peor, improvisado. La Escuela 2.0 corría el riesgo de quedarse aparcada, arrumbada.
Los dinamizadores TICs intentamos colocar los muebles de esa casa que se había empezado a construir por el tejado, dar a conocer las herramientas más imprescindibles, acercarnos a esa PDI que producía tantos recelos. Hoy es el día en que nos cuesta deshacernos (quizá no sea lo más inteligente) completamente de la pizarra convencional, quemar las naves.
De aquel aterrizaje forzoso destacaría dos aspectos:
– Su llegada nos hizo replantearnos el funcionamiento establecido en el centro. Había un miedo declarado a que el alumnado no respetara el hardware recién instalado. Teníamos motivos y antecedentes.
- Para evitar desperfectos lo más fácil sería redefinir los espacios. 1. B pasaría a ser el Aula de Lengua; 2. A, el Aula de Tecno. Ya no se desplazaría el profe sino los alumnos, que dispondrían de taquillas en los pasillos. Estos, lamentablemente, eran demasiado estrechos: nada que hacer.
- La otra opción era dotar a cada profe de un portátil que debería conectar y desconectar en cada sesión. Tiempo, dinero y funcionalidad más que discutibles pero único camino.
– Fue curiosa, al menos, la falta de entusiasmo de los chavales. Acostumbrados a las virguerías de unos móviles que ya prometían, nada de lo que ocurría en la pantalla los asombraba. No quiero engañaros: la seducción tecnológica tampoco ha funcionado con el Sintagma Nominal. Más de uno, incluso, viéndonos en ese trasiego de cables y con el dedo ridículamente enhiesto, nos recordó y nos recuerda las bondades de la tiza que no depende de Redes ni de conexiones; la eficiencia incontestable de lo analógico.
En esas, pues, estamos, continuamos perdidos como un quinto en día de permiso. Eso sí, humor –quizás sea nostalgia- no nos falta. Y es que ha sido como dejar de fumar: necesitas tener algo entre los dedos, endulzando la pantalla. He aquí -como no podía ser de otra manera- mi escritorio. Un ni contigo ni sin ti.