En estas fechas en las que a los profesores nos toca elaborar las programaciones abreviadas, con un nuevo modelo cuyos cambios no sabemos en qué van a beneficiar a los alumnos, pues nadie nos lo ha explicado, yo me voy a atrever a hacer un elogio a la improvisación.
Hay actividades que nos asaltan por el camino, como Fendetestas; que no están programadas ni preparadas de antemano, de las que no tenemos nada claro, ni el proceso, ni el resultado, ni cómo las vamos a evaluar, ni siquiera los objetivos; pero que, aun así, es imposible ignorarlas -no se dejan- y hay que llevarlas a cabo, cueste lo que cueste y salga lo que salga.
Un día del pasado curso me encontré en unas campas frente al instituto a dos alumnos de bachillerato rapeando. Charlé con ellos y les propuse rapear a mis alumnos de secundaria. La idea les encantó. Se juntaron coincidencia y oportunidad: estábamos dando poesía. Una de las actividades consistía en construir versos que rimaran con sus nombres o apellidos. Se les ofrecieron varias situaciones: reparto de ropa en un centro de beneficencia, reparto de flores, reparto de comida en un restaurante… Así, por ejemplo, en el reparto de flores a Bianca le tocó una rosa blanca, a Castrillo un clavel amarillo, a Iván un tulipán, a Aitor una flor de cualquier color, a Antón una flor en un jarrón y a Leonardo un nardo… o un cardo. Y en el reparto de ropa a Antón un pantalón, a Castrillo unos calzoncillos, a Bianca una camisa blanca, a Eneko un chaleco, a Iván un gabán, a Piqueras una chaqueta con hombreras, a Aitana una americana y un traje de gitana, a Urquijo algo pijo, a Aitor un bañador, a Lazcano algo ligero para el verano y a Leonardo… un leotardo. Del resultado del reparto de comida seleccionamos algunos versos y, sin que ellos lo supieran, se los pasé a la pareja de raperos para que los prepararan. Aprovechamos la ocasión – y que la evaluación anterior habíamos trabajado, dentro de los textos periodísticos, la entrevista- para preparar unas preguntas y ensayar una rueda de prensa, pero esto es otra historia. Solo faltaba reservar un aula especial y pedir permiso a un profe de bachillerato para que dejara ausentarse una hora de clase a los raperos. A continuación, un breve video con algunos momentos de la experiencia:
Puede que estar atento al entorno, con ojos de profe, el bagaje, conocer las aficiones de los alumnos, escuchar las propuestas de los compañeros… sean importantes. En este caso, también me ayudaron y me animaron a hacer la actividad los alumnos de una compañera, Idoia Rubio, rapeando la Canción del pirata, el video de unos raperos que improvisaban sobre los pasajeros en el metro de Madrid y la noticia en un informativo de cómo alumnos rapean para ampliar vocabulario, entre otros. Gracias. ¿O será que un objetivo de una de mis asignaturas –Artes escénicas- es aprender a improvisar y he descubierto que a improvisar se aprende improvisando?
Ah, se me olvidaba, los raperos me sorprendieron -¡donde las dan las toman!- con dos versos finales: «Esta es la clase de Carlos, / al que le gustan los anacardos«. Prefiero las almendras y las nueces, pero es lo que tiene la poesía.
Carlos Díez