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Felipe Zayas, que está al mando del blog del portal leer.es, nos vuelve a recordar el difícil maridaje que existe entre la enseñanza de la lengua, reducida en los libros de texto a los conceptos gramaticales, y el desarrollo de la competencia en comunicación lingüística.
Traigo aquí su post porque sus conclusiones son, como siempre, certeras y reveladoras y no deben caer en saco roto. Felipe tiene la habilidad de convertir en juiciosas sentencias las incongruencias que los profesores intuimos a diario y que no sabemos cómo sortear sin renegar de las programaciones.
Yo antes veía el tema de la enseñanza sistemática de la gramática junto a las habilidades comunicativas como un “debate necesario” en secundaria. Ahora, en cambio, lo califico de difícil unión, casi un imposible que se suma a otros sinsentidos que anclan la clase de lengua al absurdo, al artificio.
Me refiero al conjunto de prácticas inconsistentes que arrasan las aulas, algunas incluso bajo el marchamo de “comunicativas” . Estoy hablando de aspectos como “las funciones del lenguaje” que acaban haciendo de la riqueza de un texto algo artificial. Estoy hablando de “las cinco W” –o son siete- que estructuran las noticias de algún periódico que no sé dónde venden. Estoy hablando de incorporar el siempre vital diálogo como una modalidad discursiva más. Estoy hablando de reducir las características de toda una obra literaria, incluso un periodo, a los rasgos que aparecen en un breve fragmento seleccionado. Estoy hablando de un “rellenahuecos” impreso u on-line. Estoy hablando…
A ver para cuándo construimos una “absurdopedia” con los horrores y los errores que cometemos en las clases de lengua por si de su lectura podríamos sacar el arresto necesario para diseñar actividades en las que los alumnos observen, debatan e investiguen sobre la lengua. Sí, pero sobre todo, hay que diseñar proyectos y materiales que les hagan despertar la curiosidad y el deseo por conocer la lengua y por mejorar su competencia comunicativa pues tienen que saber que ambas son condimento básico de la felicidad.
Patxo Landa