Cuando yo era más joven y viajaba en sucios trenes que iban hacia el sur, recuerdo que la asignatura de Lengua Española y Literatura –rebautizada en la época democrática como Lengua Castellana y Literatura- en mi instituto y con mis profesores se seguía a través de unos manuales de los desaparecidos y añorados profesores don Fernando Lázaro Carreter y don Vicente Tusón, titulados: Teoría y Práctica de la Lengua I, II y III, de la editorial Anaya, correspondientes a los respectivos cursos de 6º, 7º y 8º de la Enseñanza General Básica (EGB). Aún los conservo en el trastero como oro en paño y no tengo ninguna gana de desprenderme de ellos.
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Los años me han hecho recordar aquel extraordinario manual porque ahora que soy profesor de Refuerzo Lingüístico, o sea, profesor de L2, me encuentro con problemas que evocan aquel feliz título, pero desde un punto de visto absolutamente pragmático. Me explico. Cualquier manual de los que los profesores de una segunda lengua utilizamos en nuestras clases nos proporcionan actividades, ejercicios, sugerencias para poder abordar las cuatro competencias básicas que pretendemos desarrollar en estas clases: expresión oral, expresión escrita, comprensión auditiva y comprensión escrita. Sin embargo, -y esa es la observación principal que quería compartir con vosotros- los ejercicios no son fácilmente realizables, así, sin más. Cualquiera de los ejercicios que proponen las editoriales presuponen un trasunto cultural, un currículo oculto, un bagaje lingüístico previo, de los que carece la mayoría de mis alumnos inmigrantes o recién llegados.
Quisiera desde estas páginas virtuales demostrarlo con dos ejemplos reales tomados de uno de los manuales que actualmente se facilitan en la red y que ha recibido muy buenas críticas por parte de estudiosos de la metodología de la enseñanza de una segunda lengua para alumnos extranjeros. En concreto, voy a utilizar el manual que la Obra Social de la Caja Madrid ha publicado y ofrecido desde su página web como texto para la enseñanza del español. Insisto: ¿Cómo se dice? Manual de español para inmigrantes Nivel A1 es un manual que pasa por bueno o muy bueno, a mí se me presenta como inaprensible por mis alumnos. Hablamos, claro está, de un nivel inicial A1 y hablamos, claro está, de alumnos chinos, árabes, rumanos, brasileños o lituanos.
Respetando, naturalmente, el ritmo personal de aprendizaje y respetando –lógicamente- la autoría y la estructura y organización del Manual, me encuentro con obstáculos a cada paso que doy, porque en los niveles inferiores cualquier pregunta, actividad o sugerencia de trabajo se complica en la práctica real y requiere explicaciones titánicas para poder realizarlas. Por ejemplo: no he sido capaz de obtener el nombre del pueblo del que proceden dos hermanos y alumnos míos procedentes de China para poder rellenar el siguiente epígrafe del manual en el tema 1: Explica a tu compañero dónde está el pueblo o la ciudad donde naciste. Por supuesto, antes de escribir el ignoto nombre de la localidad china, procedí meticulosamente para que no me fallara el ejercicio: mapamundi en mano y tras señalar dónde estaba Europa, España, Vizcaya y Bilbao, viajamos a la extensa China con la misma intención. Primer fracaso. Hombre de recursos como soy y, encendidos previamente los ordenadores, fuimos a las herramientas del idioma del maravilloso Google y le pedimos tres traducciones, simplemente: cómo se escribe en chino: ciudad, pueblo y nacer. Mencioné de nuevo la capital vizcaína y me señalaba con los pulgares en verbo casi autorreflexivo y casi haciéndome daño en el pecho. Segundo fracaso. Sin dar pábulo al desaliento, volví a coger el mundo con mis manos orientándolo hacia China y tratando que de aquellas bocas silenciosas saliera el –para mí más que extraño- nombre de una localidad china donde nacieron estos hermanos y cuando ella, -un año mayor- parecía que iba a señalar con su dedo un lugar y a pronunciar ese -ya para mí- mágico lugar, se hizo de nuevo el silencio. Último fracaso.
Del trance –debo reconocerlo- salí más o menos airoso, pero tuve que explicar también, previa consulta en el traductor, los términos continente, país y provincia, para acabar escribiendo en la pizarra: Yo nací en China (Asia). Esto es lo que aparece también en sus cuadernos. Sé –porque en diferentes Congresos, Jornadas y Conferencias- he oído a otros colegas que el alumno chino es especialmente difícil porque su ritmo de aprendizaje es diferente, porque su carácter es también muy distinto y porque su escasa socialización le impide, seguramente, avanzar con más rapidez. Lo sé: me lo repito una y mil veces, pero la realidad es tozuda y se impone día a día.
Por no abusar de vuestra paciencia quería mencionar y mostrar también ahora otra actividad anterior a ésta del mismo Manual y en el mismo tema 1 y que tuve, obligatoriamente, que acompañar con materiales complementarios específicos y recursos de la red para poder realizarla, pero mi tiempo y mi espacio han concluido. Lo dejaremos para el siguiente post y lo acompañaremos de esos materiales absolutamente necesarios para su realización y que -por fuerza- tiene que preparar previamente el profesor. Lo dicho: Teoría y Práctica…
Marcos Cadenato