Tres Tizas

12 noviembre , 2009

Esfuérzate; me intereso por ti.

Filed under: Blog, Como la vida misma — Etiquetas: , , , — Carlos Diez @ 10:05 am

planta brillo

Parte 1. Del valor del esfuerzo, la autoestima y la curiosidad del alumnado.

Acostumbro a poner en las paredes de clase carteles con citas cuando ya llevo un mes y conozco un poco la idiosincrasia del grupo. Dependiendo de ésta, son citas para fomentar la colaboración y la ayuda, la atención, el respeto, la importancia de la educación y, sobre todo, la autoestima y el valor del esfuerzo. De estas últimas las que no faltan nunca son (algo modificadas):

El secreto de la felicidad
está en no esforzarse por el placer,
sino en encontrar placer en el esfuerzo.

(André Gide)

Las cosas no son tan difíciles de hacer:
lo que es difícil es ponerse
en disposición de hacerlas.

(Constantin Brancusi)

O dicho ya por Horacio en sus Epístolas y en latín (gracias, Marcos), «Dimidium facti, qui coepit, habet» (Quien comenzó, ya hizo la mitad).

Un defecto que impide a los hombres actuar
es no saber de qué son capaces.

(Jacques-Bénigne Bossuet, obispo de Condom)

A veces ésta la acompaño de un breve texto de «Sopa de pollo para el alma» de Jack Canfield & Mark Victor Hansen (sin comentarios), titulado Imaginar soluciones:

En una tarde nublada y fría, dos niños patinaban sobre una laguna congelada. De repente el hielo se rompió y uno de ellos cayó al agua. El otro cogió una piedra y comenzó a golpear el hielo con todas sus fuerzas, hasta que logró quebrarlo y así salvar a su amigo.
Cuando llegaron los bomberos y vieron lo que había sucedido, se preguntaron: «¿Cómo lo hizo? El hielo está muy grueso, es imposible que haya podido quebrarlo con esa piedra y sus manos tan pequeñas…».
En ese instante apareció un abuelo y, con una sonrisa, dijo:
-Yo sé cómo lo hizo.
-¿Cómo?- le preguntaron.
-No había nadie a su alrededor para decirle que no podía hacerlo.

Las pongo cuando han acabado las clases para que se las encuentren al día siguiente escritas en cartulinas de colores y con ilustraciones. Este curso en una de mis clases de ocho alumnos SÓLO UNO tuvo la curiosidad e hizo el esfuerzo de acercarse a la pared y leerlas (y eso que el aula estaba «peladita» de adornos: ni un mapa, ni calendario, nada de nada). ¡Para tirar la toalla!

Parte 2. Del valor del afecto de los demás.

Pero no desisto, porque sé (la experiencia es un grado) que a veces, independientemente de la concepción de la educación que se tenga (tradicional, constructivista, trabajo cooperativo, aprendizaje dialógico, educación expandida…), independientemente de la metodología que se aplique (trabajo por proyectos, por tareas, grupos interactivos, dos en aula, del uso de las TIC…), independientemente y casi siempre a pesar del ambiente en casa, en el barrio…, en medio del asfalto surge una planta, brota una flor y crece firme y fuerte. Alguien la regó -seguro- con esa gota necesaria. ¿Fue un «qué tal va todo»?, ¿un «necesitas ayuda en mates»?, ¿un «cómo va la adopción de tus hermanos, cómo te sientes»?, ¿un simple «¡enhorabuena, por fin se clasificó Argentina, estarás contento!»?

A esos profesores, padres, madres, vecinos, tíos, colegas…. que -a menudo sin saberlo y a menudo sin saber de pedagogías- ayudan con esas pequeñas gotas a que algunas plantas se sientas atendidas. .. gracias. Afectos producen efectos. Pocas gotas de muchos hacen mares.

Parte 3. Justificación.

Como este curso no dispongo de aula de ordenadores en el instituto, o publico tareas que no precisan el uso de las TIC o actividades pasadas o proyectos de actividades imaginadas -esto es, que no he llevado a la práctica-. O reflexiones como la de hoy, que no es más que el desarrollo «poético» de algunos de los puntos fundamentales de la pedagogía personal de Toni Solano o de los ingredientes que Gorka Fernández considera que ha de tener todo proceso educativo -proximidad o cercanía, empatía, ¿firmeza o negociación?, vocación y persistencia- de los que me siento muy cercano.

Por encima o por debajo, incluido o al lado… está el interés, el afecto, el cariño. No sólo por lo que se hace (llámese vocación), sino por aquellos a quienes se hace (llamémosles alumnos o educandos, aunque de ellos también se aprende… y mucho). Como los mandamientos divinos todo se puede reducir a «trata a tus alumnos como te gustaría que trataran a tus hijos sus profesores». ¿O no?

Carlos Díez

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