Ya no desaparece el borrador. Los bretes analógicos en los que se veía envuelto el profesorado se han ido paulatinamente digitalizando. La escuela 2.0 tiene también sus alumnos díscolos, sus educandos difíciles.
No volveremos a ver una pantalla hasta que aparezca el chorizo que se lleva las bolas de los ratones, el tocapelotas que deja conectado el teclado numérico un día tras otro, hasta que aprendáis a respetar un documento compartido, las fotos de una carpeta de la Intranet del centro.
Curiosamente contra esas travesuras o gamberradas tampoco hoy –las de ayer nunca fueron ni pedagógicas ni efectivas– disponemos de una receta. ¿Quién mató al comendador?
Cuento todo esto porque en estos meses finales de curso, un ladrón –prefiero pensar que es sólo una la oveja descarriada- de teclas está saboteando una de nuestras aulas de informática y a punto ha estado de dar al traste con un proyecto que presentábamos a Educared. Un apasionado de las letras –suelo decir para quitar hierro a su comportamiento.
El –quizás la– joven se estrenó con el tabulador del portátil número once. El ordenador -la foto superior es elocuente- quedó feo, como desdentado. Lo atribuimos al deterioro normal que sufre un aula por la que pasan prácticamente todos los grupos. Con el tiempo, sin embargo, fue ganando desparpajo y cobrando discretas piezas: en el cinco una H, en el dicisiete un Supr, en el catorce una Q. En una hoja sobre la mesa del profesor se ha ido haciendo el inventario de los caracteres secuestrados, desarraigados. La situación se retroalimenta: el deterioro empuja al descuido, al abandono. El profesor pasa revista al comienzo y al final de cada sesión, se aposta detrás de los alumnos, que conocen su recelo, que notan su desconfianza.
Dos apuntes sobre lo que más poderosamente me ha llamado la atención.
- El grado de indignación de mis alumnos era, si cabe, mayor que el mío. Esperanzador.
- Esta situación me ha hecho recordar la teoría de los cristales rotos; como, en cierto ámbitos, la sociología aconseja la tolerancia cero para que la bola de nieve no engulla a los ciudadanos.
– ¿Qué grado de intransigencia es el más pedagógico?
– El efecto contagio de la impunidad
– ¿Qué medida disciplinaria o qué recurso de resolución de conflictos se podría haber utilizado?
Este expolio, que amenaza con hacer de un servidor un paranoico, me ha permitido debatir, hablar con los alumnos sobre una enseñanza pública y gratuita; del valor y el respeto que merece la propiedad común; el vandalismo como ofensa gratuita a un bien colectivo.
Claro que nunca se puede denostar al enemigo, subestimar al adversario; quizás tras este vándalo se esconda un genio, un diseñador, un artista…
Tres Tizas 
O no, Aster, o no… y se queda en simple vándalo, en simple gamberro, en adolescente descerebrado, en inconsciente jovenzuelo… Nuestra obligación -la de todos los maestros, profesores, educadores- es la de marcar algunas normas como buenas, como aceptables por el común de la sociedad, como necesarias para la convivencia en paz. ¿Qué quizá esconde un genio o un artista? Perfecto, que lo demuestre cuando toque… Mientras tanto que sea un ciudadano vulgar, gris, anónimo y desconocido que respete la propiedad común y que deje sus genialidades para cuando salga en Sálvame de luxe y sea muy muy muy famoso…
Comentarios por Marcos Cadenato — 3 junio , 2011 @ 12:31 am
Era, Marcos, una explicación surrealista de ese comportamiento. Estoy contigo en que no es más que un descerebrado pero que, ya ves, nos ha puesto en jaque.
Comentarios por Aster Navas — 4 junio , 2011 @ 6:02 pm
Cuando alguien encuentre respuesta a esas preguntas que haces al final, será un gran día. Es más fácil intervenir cuando se sabe y conoce quién es el artista-ladrón-gamberro, que cuando desconocemos la autoría: pero compruebo que has aprovechado bien el asunto, como excusa (contexto real) para tratar el tema de lo público-gratuito, valor, respeto, etc. Y compruebo, con satisfacción, que tus alumnos están INDIGNADOS. Y cuando vayan a ocupar las plazas de los pueblos, tú habrás puesto tu granito de arena.
Por cierto, muy chulo lo de los cuadernos digitales.
Comentarios por Carlos — 3 junio , 2011 @ 9:48 am
Gracias, Carlos. No hay mal, compañero, que por bien no venga; error del que no se aprenda.
Comentarios por Aster Navas — 4 junio , 2011 @ 6:04 pm
Me parece estupendo lo que haces con el grupo y espero que pilles al 2enamorado de las letras» para hacer un escarnio público ejemplarizante, en el que, no sé, se me ocurre, debe escribir un soneto en el que no haya ninguna de las letras sustraídas. Lo sumas, además,a su portfolio…
Pero sobre todo, me pregunto qué escondido placer puede conseguir un joven de 15 años con esa travesura. Si no hay ningún beneficio… Demasiada mala leche en tan corta edad… alguien ha hecho algo mal en ese tiempo pues no nacemos así.
Comentarios por Patxo — 3 junio , 2011 @ 2:16 pm
Tomo nota, Patxo, de ese «castigo» ejemplarizante.
Comentarios por Aster Navas — 4 junio , 2011 @ 6:05 pm
Entiendo tu indignación y la del resto de compañeros del vándalo. También yo lo llevo muy mal este año con el instituto nuevo, cuando veo rayar las mesas con objetos punzantes o tratar las puertas a patadas. Por mucho que les digas que eso lo pagamos todos, incluidos sus padres, parece que la costumbre es otra, porque creo que hay mucho de costumbre en ello: Jóvenes acostumbrados a no respetar los bienes públicos, lamentablemente siguiendo el ejemplo de sus progenitores (ya sabes, tirar basuras en el campo, vaciar ceniceros en los semáforos, ensuciar decir que lo limpien otros que para eso les pagan…). En fin, que tendrás que «pulsar» la opinión de la clase para ver si eso se soluciona de alguna manera…
Comentarios por Toni — 3 junio , 2011 @ 3:10 pm
No sabe uno, Toni, qué «tecla» tocar.
Es un tema espinoso en el que alumnos y profes se muestran muy susceptibles: yo no he sido; los de mi grupo no pueden haberlo hecho.
Comentarios por Aster Navas — 4 junio , 2011 @ 6:07 pm
Muy buenas. Esta es la nueva era de las gamberradas. Por mucho que nos esforcemos en hacerles agradables su paso por la, a veces, desconsoladora, frustrante, aburrida, vida académica y, de paso enseñarles algo de provecho de una manera provechosa, siempre habrá gamberros, como siempre habrá buenos estudiantes, igual que siempre hay buenos y malos profesores… Y nosotros debemos seguir haciendo todo lo posible para encauzar a la mayoría de nuestros estudiantes por el buen camino.
Aparte de los desafortunados incidentes, quería escribir el mensaje para felicitaros por el proyecto «Cuadernos digitales». Me encantad, de verdad, me ha parecido una idea estupenda a partir de la cual se puede adquirir una competencia informática, lingüística… asombrosas. Es casi una webquest constante a lo largo del curso. Tomo la idea para aplicarla, a ver si puedo llevarla a cabo el curso próximo. Muchas gracias por compartir estos proyectos.
Un saludo
Comentarios por Alberto G. — 3 junio , 2011 @ 5:13 pm
Celebro, Alberto, que te hayan gustado los cuadernos digitales. Tres Tizas es también un laboratorio de herramientas. Si lo pones en marcha y necesitas ayuda o sugerencias ya sabes dónde encontrarnos.
Un abrazo.
Comentarios por Aster Navas — 4 junio , 2011 @ 6:11 pm
Aster, esta historia da para un microrrelato. Quizá si lo escribes y confieres a ese «ladrondeletras» el rango de protagonista, se vea en la tesitura real de devolver lo que sustrajo. El enigma de las teclas-letras da para historias fantásticas.
Entiendo tu «paranoia», es como hacer de sabueso, sin serlo.
Comentarios por Lu — 5 junio , 2011 @ 9:01 pm
Sí que hay madera, Lu, para un micro. Al menos en ese mundo encontraríamos un desenlace.
Comentarios por Aster — 6 junio , 2011 @ 9:31 am