A menos de dos kilómetros de la clase de 2. ESO- C de la que acabo de salir –escapar, deberíamos decir si no queremos faltar a la verdad- con los pelos como escarpias, el silencio se oye. Una placa de cerámica lo afirma rotundamente sobre la fachada de un caserío centenario. Ahí mismo: apenas a diez minutos de esta sala de profes donde he buscado refugio. (more…)