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Envidio a este pez: un servidor es un tanto apocado y le cuesta poner cara de perro, enseñar los dientes cuando le va el pellejo en ello.
Sí, todo un carácter nuestro Nemo particular. De hecho, si volviera a replantearme la actividad –la lanzo por si hay algún interesado- la enfocaría desde esa perspectiva: la de los registros que llevamos dentro. Porque, de ese pez, usted y yo esperábamos como mucho un resignado glup, glup. Vamos que ni por asomo creíamos que el bicho fuera a sacar los pies del tiesto, las escamas de la pecera; que empuñara la lengua como un escudo o como un arma.
Y es que, el primer sorprendido –fíjense bien- es él. Sí, el pez suelta un ¿por qué no te callas?, un ¡Váyase usted a la…! con el que nadie –menos aún, él mismo- contaba.
Los niveles de registro; las múltiples personalidades que llevamos dentro. Esa era la unidad chachi, créanme.